¿Será necesario importar energía este año?
Las proyecciones oficiales esperan este año un quiebre del déficit comercial energético. Pero los expertos advierten que el gas seguirá demandando dólares.
La controversia en torno al monto de aumento de las tarifas de gas dejó en segundo plano otro tema que podría alterar los planes originales para la economía en 2024: surgieron dudas sobre que se pueda efectivamente lograr un superávit en la balanza comercial energética, con lo cual se agravaría el panorama de la escasez de dólares.
Hasta el final del gobierno peronista, la estimación oficial era que este año se lograría un importante ahorro en la compra de gas -en el orden de los u$s4.200 millones- gracias al impacto del nuevo gasoducto Néstor Kirchner, inaugurado en julio de 2023. Y, por la combinación de menores necesidades de compras y de una mayor capacidad de exportación, se revertiría el déficit de la balanza comercial.
Hablando en plata, las estimaciones apuntaban a que, después de haber cerrado el 2023 con un probable déficit de u$s500 millones se pudiera pasar a un superávit por hasta u$s2.000 millones.
Pero esos números estaban basados en algunos supuestos técnicos que no se están verificando. Sobre todo, que el nuevo gasoducto pueda incrementar gradualmente su capacidad de entrega de gas, de manera que ahora debería estar en un nivel de 17 millones de metros cúbicos por día, pasar a 21 millones en la segunda etapa en mayo y, eventualmente, llegar a 40 millones de metros cúbicos.
Sin embargo, entre los expertos del sector hay dudas sobre la velocidad de avance de la obra, por lo que consideran que es probable que este año vuelva a ser necesario importar para satisfacer las necesidades del mercado doméstico. Emilio Apud, ex secretario de energía, sostuvo que el gasoducto no supera actualmente los 11 millones de metros cúbicos diarios, y que eso implica que en los meses de invierno habrá que importar para cubrir la necesidad de otros 20 millones de metros cúbicos de gas.
«Pese a toda la bambolla que hizo el gobierno anterior, lo cierto es que el gasoducto está terminado solamente en la cuarta parte. Y salvo que se puedan instalar las compresoras, no se va a poder entregar la cantidad prevista y vamos a tener que seguir importando, esperemos que con un precio del gas natural licuado baje», planteó Apud en una entrevista televisiva.
Gas: el factor Bolivia
Es cierto que hay factores que están jugando a favor, y el precio es uno de ellos: el GNL, que había alcanzado picos de u$s41 por millón de BTU hacia mayo de 2022, como consecuencia de la invasión rusa en Ucrania, tiene una proyección de menos de u$s16 dólares para este año.
También será positivo el impacto climático. El regreso de las lluvias hace que la generación eléctrica en las centrales térmicas -que usan al gas como insumo, al punto que representan un tercio del total de consumo en el país- pueda depender menos de este combustible y lo sustituya por energía hídrica.
Pero, en contraste, hay otros aspectos que agravarán la situación energética argentina. Por ejemplo, que la maduración de los yacimientos bolivianos hace que también se ponga en duda el sostenimiento del flujo de gas que se importa desde el país del norte. La disminución del aporte de Bolivia -que se hace por gasoducto- debería ser sustituida, entonces, por gas licuado que llega por barco y que resulta más caro que el gas natural.
Por otro lado, aunque se prevé un aumento en la producción, no está tan claro que se pueda cumplir el plan exportador por la frontera norte que había imaginado el ex ministro Sergio Massa, dado que el gasoducto todavía no está en condiciones.
¿Proyecciones optimistas?
Lo cierto es que las proyecciones que originalmente se habían hecho para este año -que implicaban una suba de 11% en la exportación energética y un recorte de 27% en la importación- hoy no aparece tan evidente.
En cuanto a la exportación, la gran apuesta es al petróleo. De la mano de las nuevas inversiones en Vaca Muerta, se espera que este año se logre vender crudo en torno de u$s4.650 millones, lo que implicaría un incremento de 35% respecto de la exportación del 2023.
El nuevo CEO y presidente de YPF, Horacio Marín, asumió con un mensaje optimista pero advirtió que para llegar al máximo potencial -lo que él denomina «que la energía sea el nuevo campo»- habrá que esperar un lapso de cinco años.
Pero la meta que parece más difícil de cumplir es la del recorte importador. Es una proyección que supone que la compra total de energía sea de apenas u$s5.560, con apenas u$s1.850 entre gas natural y GNL. La cifra impresiona por lo baja: es menor a lo que importó solamente en el mes de junio de 2022.
Para que se cumpla el objetivo, habría que bajar el promedio de u$s700 millones de energía importada en 2023, hasta un nivel de u$s460 millones. A primera vista, luce difícil, salvo que se logre acelerar la puesta a punto del gasoducto Kirchner y que, además, se confirme el contexto benevolente de los precios internacionales.
Contando los dólares
En todo caso, lo que queda en duda es si el superávit comercial total para este año, que algunos estimaron en más de u$s15.000 millones, efectivamente se cumplirá, dado que ese cálculo implicaba que el rubro energético tuviera superávit.
En la estimación del gobierno anterior, el aporte del rubro energético iba a ser importante el punto de que el propio Massa había adelantado que sería con las divisas producidas por el gasoducto que se contribuiría a saldar los vencimientos de este año con el Fondo Monetario Internacional. Para este año, el calendario de pagos con el organismo da una cifra de u$s7.600 millones.
Aquella afirmación le había valido a Massa una discrepancia con Cristina Kirchner, que argumentaba que el producido del gasoducto debería destinarse a subsidiar el consumo doméstico.
Esa tensión clásica entre la exportación y el mercado interno quedó claramente definida en el arranque de la gestión de Javier Milei. Con una situación de emergencia fiscal, se optó por acelerar el recorte: las subas tarifarias anunciadas para el primer cuatrimestre implican que el costo fiscal de los subsidios, que en 2023 significaron un punto y medio del PBI bajarán este año hasta el nivel de 0,7%.
En el plano del ingreso de divisas, en cambio, se mantiene el riesgo de haber sobreestimado la capacidad del rubro energético de producir un superávit.
Aunque los expertos recuerdan que, en un contexto de suba de las tarifas respecto del salario, la típica reacción del público suele ser un uso más racional de la energía, con una inevitable caída en la demanda, salvo que se produzcan eventos climáticos extremos. Como argumento consuelo, esta situación podría implicar que se atenuara la necesidad de importación.
Por Fernando Gutiérrez
iProfesional