Vaca Muerta cambió el paradigma energético
Con tan sólo 10 años de desarrollo Vaca Muerta produce 40% petróleo y 56% del gas argentino.
El título de esta columna parece pretencioso y hasta exagerado. Pero no lo es. Con tan sólo 10 años de desarrollo Vaca Muerta produce 40% petróleo y 56% del gas argentino.
La enorme magnitud de las inversiones realizadas han permitido confirmar que se trata de un recurso de clase mundial con el potencial de llevar a la Argentina de un paradigma de escasez a otro de abundancia de energía.
Además, es una de las llaves para descomprimir la difícil coyuntura mediante el aporte de dólares frescos para nuevas inversiones, más divisas de exportaciones o sustitución de importaciones y mayores recursos para el Tesoro Nacional mediante el incremento de la recaudación y la reducción de subsidios a las importaciones de energía cara.
Vale preguntarse qué margen de maniobra hubiera tenido la Argentina si no se hubiera puesto en valor al recurso. Un país cuya matriz energética depende 56% de gas y 31% de petróleo debería estar destinando más de u$s 24.000 M a estas importaciones, una cifra completamente desestabilizadora. De hecho, y aún con este nivel de desarrollo de Vaca Muerta, en junio pasado se perdieron más de u$s 2.000 millones de importaciones de energía. En julio el rojo sería aún mayor. Lógicamente detrás de los grandes números macro hay un complejo entramado de empresas, gobiernos y familias argentinas que se desarrollan de la mano del recurso.
Vaca Muera presenta una de las pocas experiencias argentinas en las que la gran mayoría de la dirigencia política ha logrado cierto grado de consenso en la necesidad de acelerar su desarrollo. Desde estatización del 51% de las acciones de YPF, por parte del gobierno de Cristina Kirchner en 2012 hasta el gobierno actual, pasando incluso, por el de Mauricio Macri, todos han tratado de aportar su impronta para potenciar el recurso que por aquel entonces era una promesa y hoy es una realidad.
Miguel Galuccio, al mando de la YPF estatal, buscó garantizar el desembarco de grandes inversiones para poner en marcha una industria de escala en un recurso con alto potencial. En un marco donde además, como ahora, la Argentina estaba marginada de los mercados de crédito internacional. Para ello fue necesario formar un marco legal y regulatorio -inexistente en ese momento- que permitiera generar las condiciones para que jugadores de peso internacional trajeran el capital y así acelerar el desarrollo de la formación. Con el apoyo de Jorge Sapag, gobernador de Neuquén en ese momento, se impulsó primero el decreto 929/13 y, posteriormente, la ley 27.007 que incentivaba el desarrollo de los no convencionales y daba previsibilidad a las compañías que querían apostar por el shale argentino. La herramienta se trabajó siguiendo prácticas internacionales y dio reglas claras y transparencia en términos de la extensión de concesiones, sus renovaciones sucesivas y la regulación uniforme de las regalías.
Estos cambios legislativos fueron respaldados por todas las empresas del sector, tanto de capital nacional como internacional y ratificado en el Congreso. Este mismo marco legal se utilizó en el gobierno de Mauricio Macri para atraer más inversiones y acelerar el desarrollo de los no convencionales.
El decreto 929/13 y una ley provincial específica permitieron generar las condiciones para que YPF y Chevron den inicio al proyecto Loma Campana, el más importante en materia no convencional por fuera de los Estados Unidos. Posteriormente se concretaron los acuerdos de inversión con Petronas y Dow Chemical.
La ley 27.007 permitió sumar 42 concesiones no convencionales con compromisos de inversión por 200 mil millones de dólares. En la formación también operan otros jugadores de peso como Shell, Exxon, Equinor, Schlumbeger, Tecpetrol, Pampa Energía, Vista, Pluspetrol, Panamerican Energy, entre otras. Desde 2012 se llevan invertidos sólo en el segmento upstream más de u$s 42.000 millones en Vaca Muerta y facturados más de u$s 30.000 millones de los cuales 15% fueron en forma directa a la provincia de Neuquén y 35% a la Nación a través de distintos impuestos. Esto es lo que captan los gobiernos de la facturación de gas y petróleo.
Neuquén está mostrando, mes a mes, récords de producción de petróleo (270.000 barriles diarios en mayo pasado), que impulsan la actividad de la provincia y le permitirán crecer este año a tasas de dos dígitos según estimaciones propias.
De hecho, gracias a Loma Campana y otros desarrollos no convencionales, la Argentina pasó de un horizonte de reservas de seis años a un horizonte de entre 15 y 30 años. Todo posible con menos de 10% de la superficie de Vaca Muerta en desarrollo.
Ahora la barreras para lograr escalabilidad son la inversiones en capacidad de transporte de gas y petróleo en ductos, plantas de tratamiento e infraestructura social que acompañen los desarrollos y la expansión de la capacidad de producción. La infraestructura corre muy por detrás de la capacidad de crecimiento de la producción, dinámica propia de una economía que no logra eludir sus propias restricciones; enfrascada en el corto plazo. Lógicamente a estas restricciones, se suman la necesidad de generar las condiciones en términos de precio y disponibilidad de divisas para el sector.
Está claro entonces que se necesita garantizar una aceleración de las inversiones en Vaca Muerta no ya para permitir el crecimiento del sector sino para apuntalar los principales puntos de tensión de la macroeconomía argentina. Hace tiempo que dejó de ser una cuestión sectorial para transformarse en un puente necesario, aunque no suficiente, hacia la estabilización: Más divisas vía sustitución de importaciones y más exportaciones, menos necesidad de subsidios, más recaudación, más producción y trabajo argentino, todo disponible en el corto plazo.
Lejos de aquellas visiones miopes que proponen un revisionismo histórico estéril, malintencionado y totalmente ajeno a los hechos y las circunstancias, hoy hace falta generar respuestas con rapidez y decisión. La Argentina no seduce al capital y difícilmente cambie de estatus en el mediano plazo, es por ello que en este contexto cobran más valor los gobernantes, dirigentes y empresarios que como en aquel entonces puedan hacer que las cosas pasen.
Por Rodrigo Álvarez
El Cronista