Cuántos kilómetros debe recorrer un auto eléctrico para considerarse ecológico
Estudiantes de Harvard presentaron un estudio que establece una distancia. Analizan también la eficacia de las subvenciones del estado.
El auto eléctrico plantea muchos interrogantes todavía. Desde los miedos por la autonomía y los tiempo de recarga hasta el verdadero impacto que tiene su fabricación y uso sobre el planeta. Un estudio de la Universidad de Harvard viene a intentar aclarar este último aspecto.
Si bien a priori la electromovilidad parece la solución más limpia para el planeta, el modo de generar electricidad resulta clave para que sea una alternativa sustentable real.
Igual de importante es el proceso de producción del vehículo, especialmente el que tiene que ver con las baterías y desde el mismo momento de la extracción de minerales para su desarrollo.
La investigación de Harvard se apoyó en este proceso para establecer un rango de kilómetros necesarios durante su vida últil para considerar a un auto eléctrico como ecológico. Es decir, a partir de qué tipo de uso se justifica realmente la adopción de un modelo con esta tecnología.
No es la primera vez que se busca establecer un parámetro como este. Volvo ya había buscado ese punto de quiebre y lo estableció en poco más de 70.000 kilómetros. Hay otros que van más allá y hablan de hasta 130.000 kilómetros.
En este caso, el estudio publicado por los investigadores de Harvard Lucas Woodley y Ashley Nunes, no es solo una nueva referencia de la cantidad de kilómetros que hay que recorrer, sino que va más allá y analiza si es correcto incentivar la compra masiva de vehículos eléctricos alrededor del mundo.
En muchos países, especialmente aquellos que aceleran con mayor velocidad hacia la electromovildad, se incentiva desde el Estado la compra de un auto eléctrico. La manera más común es a través de subvenciones que reducen el precio final. Así y todo, un eléctrico cuesta entre un 15 y 30 por ciento más que un modelo de combustión equivalente.
Cuándo un eléctrico es ecológico
Según Woodley, “las subvenciones estadounidenses van a parar a los más pudientes, ya que en 2022 los nuevos vehículos eléctricos siguieron costando casi 12.000 dólares más por vehículo que los impulsados por combustibles fósiles».
Y remarcó que «si eres una persona que conduce bastante, es probable que te convenga un vehículo eléctrico. Por el contrario, si conduce poco y el vehículo va a estar casi siempre en el garaje, puede que, en contra de la intuición, te convenga más tener un vehículo naftero».
Esto se debe a que las baterías que alimentan los vehículos eléctricos son responsables de una gran parte de las emisiones durante el proceso de fabricación. Debido a que los vehículos eléctricos son más «sucios» de producir pero más limpios de conducir, explicó Woodley, se deben alcanzar ciertos umbrales de kilometraje antes de que se obtengan ventajas ambientales.
En los EE.UU., un vehículo eléctrico promedio que no es de lujo debe recorrer entre 72.000 y 110.000 kilómetros antes de obtener beneficios netos en materia de emisiones.
«Sin embargo, muchos hogares venden su vehículo antes de recorrer esa distancia», afirmó Woodley a The Harvard Gazette. Los investigadores concluyeron que los créditos fiscales deberían incentivar el uso a largo plazo de vehículos eléctricos individuales.
Además, los compradores de ingresos bajos y medios están, en promedio, mejor posicionados para aprovechar las ventajas en materia de emisiones que ofrece la conducción de vehículos eléctricos, ya que recorren distancias más largas en relación con la cantidad de automóviles que poseen.
Los investigadores también descubrieron que se compran demasiados vehículos eléctricos que se usan como segundos automóviles y que después se quedan sin usar.
El objetivo no es desalentar la propiedad de vehículos eléctricos, dijo Woodley, sino mejorar la formulación de políticas y maximizar la reducción de emisiones por dólar público gastado. «Como mucha gente de mi edad, me preocupa el cambio climático», dijo. «Para mí, siempre existe la cuestión de cómo mejorar la sostenibilidad ambiental reconociendo al mismo tiempo las realidades políticas y financieras asociadas».
Clarín