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El aumento del crudo le suma presión al precio de la nafta

El petróleo subió más del 15% en 30 días. Como contrapeso, el Gobierno postergó la aplicación de impuestos para evitar que el incremento de la nafta se traslade a precios.

La inflación es por estos días uno de los mayores problemas que afronta el gobierno de Alberto Fernández. Si bien en 2020 se logró una considerable baja en el índice de precios al consumidor (36,1 por ciento a lo largo del año, casi 18 puntos porcentuales menos que en 2019), en el último trimestre y en enero de 2021 se produjo una pronunciada aceleración que preocupa especialmente de cara a un año con elecciones.

Uno de los factores que más empuja los precios es el combustible. Tanto el aumento de la nafta como del gasoil explican buena parte de los incrementos de la economía argentina, y es por eso que el Gobierno está tratando de controlarlos. Por ahora, sin mayor éxito.

A fines de enero, por ejemplo, postergó hasta el 12 de marzo la aplicación de los impuestos a los combustibles que debía operar el primer día del mes que viene. Algo similar había hecho en diciembre, cuando prorrogó por 45 días el impacto de los mismos tributos. En ambos casos, con la idea de evitar una mayor presión en los valores de venta.

Lo reconoció la propia Secretaría de Energía –que desde el año pasado depende de Economía de la Nación– en ambos decretos, al argumentar que la decisión se debía a «las circunstancias actuales y la necesaria estabilización de los precios».

Pero no sólo el componente impositivo importa, un factor crítico en la composición del precio de la nafta es el petróleo. Y no es un tema menor.

La crisis que generó el derrumbe del valor del petróleo ya se ha despejado y el Brent, que sirve de referencia en la región, cotiza arriba de los 64 dólares por barril, esto es más del triple que en abril, cuando en pleno aislamiento mundial por la pandemia de coronavirus tocó el piso de los 18,38 dólares.

Sólo en los últimos 30 días, los futuros del Brent que cotizan en la Bolsa de Londres aumentaron un 17 por ciento, de 54,65 hasta los 64 dólares de este miércoles 17 de febrero. Son los mismos valores a los se vendía el crudo en diciembre de 2019, antes de la crisis del Covid-19.

Del total del precio en los combustibles en el surtidor, entre el 40 y el 45 por ciento corresponde a impuestos. Del resto, algo más del 35 por ciento se explica por el precio del petróleo. De esta forma, cada aumento del crudo impacta en una tercera parte del valor del producto, sin tributos.

El único alivio, por ahora, es el dólar (el oficial), que con las restricciones cambiarias no copió la volatilidad del mercado paralelo. En lo que va de 2021, la moneda estadounidense, cuyas variaciones golpean a las petroleras a la hora de las importaciones de insumos, aumentó un 4,5 por ciento, casi en línea con la inflación, que fue del cuatro por ciento en enero.


Impuestos

El Impuesto a los Combustibles Líquidos (ICL) y el Impuesto al Dióxido de Carbono (IDC) se actualizan –por una ley de cuando Juan José Aranguren estaba al mando de Energía– en marzo, junio, septiembre y diciembre, utilizando como referencia el avance del índice de precios al consumidor, con un rezago de tres meses.

Con la recesión producto de la cuarentena, la inflación estuvo controlada hasta mediados de 2020, por lo que el traslado a precios no fue relevante y se compensó con la caída que se producía por esos meses en el valor del petróleo. El problema llegó después, cuando debieron aplicarse las subas del costo de vida del tramo final del año.

Así, la nafta subió casi todos los meses desde agosto hasta el pasado fin de semana.

La súper en las estaciones YPF pasó de 59,49 a 82,8, un 39,1 por ciento.

Sólo en los primeros 45 días de este año, se produjeron seis incrementos de entre el uno y el 3,5 por ciento, acumulando un 12,3 por ciento.

Por otra parte, hay que tener presente que para el 1º de marzo están programados aumentos en los biocombustibles: el bioetanol se ajustará casi un dos por ciento y el biodiésel, 3,5. Estos ajustes también impactarán en los surtidores.


YPF y el búmeran

En la cartera de Economía que conduce Martín Guzmán el problema del impacto inflacionario de la suba de la nafta se contrapone con YPF y la necesidad de recomponer su estructura financiera.

Casi ocho de cada 10 pesos que ingresan a la petrolera de mayoría estatal provienen de la venta de combustibles en el mercado interno, por lo que el congelamiento desde finales de 2019 hasta agosto de 2020 y la descomunal caída en las ventas durante la cuarentena (reportó una pérdida de 85 mil millones de pesos sólo en el segundo trimestre) fueron un durísimo golpe para sus cuentas.

La mira de Guzmán está enfocada en ir recuperando márgenes para, con esos ingresos, sostener el plan de inversiones de YPF previsto en el segmento de producción.

Sin embargo, cada punto que suelta los precios de la nafta y del gasoil le inocula presión al índice de precios, por lo que la recomposición de la ecuación de la petrolera es un peligroso búmeran para el Gobierno, que espera llegar a diciembre de este año con una suba del costo de vida no superior al 30 por ciento. Algo impensado para la mayoría de las consultoras privadas.

Por Pablo Petovel
La Voz

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